Continúa la excavación de la necrópolis de cremación romana de “El Albergue”
Junto a la arqueóloga y antropóloga Carmen Mª Román Muñoz continuamos con la excavación de la necrópolis de cremación romana que se localizó casualmente con motivo de las obras que el Ayuntamiento realiza junto al nuevo Albergue-Centro de Formación con el objetivo de crear un aparcamiento de caravanas.
Justo en la linde que marca el catalogado Bien de Interés Cultural (B.I.C.) de la villa romana de “El Ruedo”, la zona de máxima protección arqueológica, documentamos tumbas de cremación muy mal conservadas, con pocos restos óseos y ajuares, que sin embargo corresponde a la necrópolis de los primeros momentos de la vida de la villa que aún no se había localizado. La necrópolis, de mediados del siglo I- siglo II d. C., posiblemente albergó en su última morada a la población que trabajaría el fundus o propiedad asociada a la villa.
La pobreza de las tumbas, el ritual funerario (donde se recogería sólo parte de los huesos cremados, y que tal vez fueran también triturados) y el sustrato arqueológico de arcillas muy compactas (cuyas dilataciones y contracciones han debido afectar mucho la conservación de los huesos), además de la erosión y los procesos post-deposicionales habituales, nos han dejado pocas evidencias de la necrópolis.
No obstante estamos documentando las señalizaciones de algunas tumbas (hechas con piedras, restos de materiales de construcción y grandes tinajas de almacenamiento o dolia), algunas urnas para contener cenizas y huesos (en concreto 2 casi completas y fragmentos de otras), vasos o ungüentarios cerámicos (2 hasta ahora), algún ustrinum (lugar donde se quemaban los cuerpos) y busta (lugar donde se quemaban los cuerpos y que servían a su vez de enterramiento).
Del mismo modo, en la Tumba 28 correspondiente a un niño o niña se ha recogido una pequeña fíbula y el sello de un anillo.
Del estudio antropológico se está concluyendo que hubo tumbas de niños y adultos.
Igualmente estamos documentando aspectos del paisaje funerario como muros de aterrazamientos para salvar la pendiente natural del terreno que daría una forma escalonada a esta necrópolis.
Del mismo modo hemos documentado cómo siglos después la necrópolis de cremación es ocupada por viviendas a la manera de chozas (en el periodo tardorromano de los siglos V-VII) cuando ya se había perdido el recuerdo y la conexión con los ancestros enterrados aquí y mientras se enterraban ya en la necrópolis de inhumación (documentada hace años en el extremo opuesto).
La reutilización de este espacio funerario como espacio de hábitat contribuyó al deterioro de las tumbas, como quedaron afectadas la tumbas 17A y 17b por una choza rectangular que hemos documentado con un muro y una huella de poste (así como el recorte en las margas apelmazadas) con un hogar y una orza de cocina completa (con algún otro material) y un suelo endurecido y rubefactado con un nivel de carbones y cenizas.